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BULIMIA

Este trastorno, conocido por los especialistas como bulimia nerviosa, se caracteriza porque la persona afectada sufre episodios repetitivos de apetito voraz que satisface con abundantes comidas (ingestión excesiva, comilonas o atracones), tras lo cual recurre a prácticas anormales que buscan prevenir el aumento de peso, como vómito provocado, práctica de rutinas excesivas de ejercicio, uso sin prescripción de laxantes (productos que estimulan la expulsión de materia fecal) y/o diuréticos (fármacos que promueven la eliminación de líquidos a través de la orina), así como ayunos o dietas muy rigurosas.

Lo anterior se debe a que el paciente con bulimia tiene una autopercepción distorsionada de su imagen corporal (se ve a sí mismo como alguien obeso a pesar de encontrarse en su peso ideal o incluso por debajo de éste), de modo que no es extraño que exprese reiteradamente su miedo extremo al sobrepeso y su deseo por tener figura esbelta.

Se estima que la proporción de personas afectadas es de cinco mujeres por cada hombre, y se ha observado que este problema surge con mayor frecuencia en féminas de entre 13 y 18 años de edad, aunque se han reconocido numerosos casos en que las pacientes tienen ya una visión distorsionada de su cuerpo antes de cumplir 10 años. Además, se estima que entre 10 y 19% de las estudiantes universitarias presentan propensión a este trastorno (incluso manifiestan algunos de sus síntomas) y que de ellas, entre 1 y 3% sufre bulimia nerviosa propiamente dicha.

La causa precisa de este trastorno es desconocida, pero las hipótesis indican que puede originarse debido a factores que se manifiestan de manera aislada o en combinación, entre ellos:

  • Psicológicos. Inmadurez emocional y falta de autoaceptación hacen que el individuo recurra a los atracones para resolver problemas como ansiedad, estrés, abandono, miedo, inseguridad o vergüenza. Es común que los pacientes cuenten con una personalidad con rasgos característicos: perfeccionistas, obsesivos, en constante desacuerdo con la vida, reservados y con buen rendimiento en distintas facetas de la vida (estudios, trabajo, deportes), de modo que suelen ser autoexigentes, pero hacen mal manejo de sus emociones.
  • Psiquiátricos. Se ha observado en muchas ocasiones una relación directa entre bulimia y depresión ocasionada por ausencia o mal funcionamiento de serotonina, sustancia (neurotransmisor) que regula funciones cerebrales encargadas del sueño, aprendizaje, percepción sensorial, coordinación de movimientos y mantenimiento de la temperatura corporal, entre otras.
  • Genéticos. Hay evidencia de que la falta de control sobre el impulso de comer se debe en muchas personas a un factor hereditario. Estadísticas muestran que los hermanos (mujeres y hombres) de las personas con bulimia tienen propensión a sufrir este mismo trastorno u otros similares, como anorexia (pérdida de peso por dejar de comer y someterse a intensas rutinas de ejercicio) o alimentación compulsiva (motivación a ingerir comida por un impulso nervioso y no por hambre).
  • Familiares. La célula social de la persona que sufre bulimia suele ser sobreprotectora y rígida en el cumplimiento de normas, además de que se caracteriza por incapacidad para resolver conflictos internos.
  • Socioculturales. El deseo de ser delgado es muy frecuente en la sociedad occidental, pues la obesidad se considera poco atractiva, insana e indeseable. No es extraño entonces que este problema sea porcentualmente más frecuente en niveles socioeconómicos medio y alto, ya que en ellos hay mayor presión en el cumplimiento de cánones estéticos para ser aceptado.

Síntomas y signos

La palabra bulimia se deriva del término griego boulimia, que significa "muy hambriento"; con ello se hace referencia a la característica más notable de este trastorno: consumo rápido y sin control de cantidades relativamente grandes de comida. Estos episodios, que generalmente se llevan a cabo a escondidas, son desencadenados por fuerte estrés emocional y ocurren al menos dos veces por semana.

Otras señales comunes del padecimiento son:

Tensión emocional. A pesar de que la ansiedad o compulsión para comer son incontrolables, el paciente está consciente de que su patrón de alimentación es anormal, por ello, es común que experimente culpabilidad, miedo, angustia y ansiedad.

Actitudes compensatorias. Estrés y malestar emocional, junto con exigencias personales y sociales, llevan al paciente a utilizar laxantes y diuréticos, seguir dietas diversas y practicar ejercicio de manera desmedida en un intento por revertir los posibles efectos en su figura debido a sus comilonas.

Variaciones de peso muy bruscas. Se debe a que los atiborramientos con comida se alternan con períodos de alimentación normales y ayunos o dietas rigurosas (a veces con ausencia casi total de grasas y harinas), por lo que es común observar oscilaciones en la talla.

Actividades sospechosas. Aunque el paciente con bulimia trata de mantener en secreto su comportamiento hay claves para descubrir este trastorno, como la práctica excesiva de actividades físicas, verificación frecuente del peso o esconder alimentos en sitios extraños (armario, cajones, cartera, bolso, debajo de la cama, etcétera) para consumirlos más tarde. Es común que la persona afectada se levante de la mesa al poco tiempo de terminar de comer, y que al encerrarse en el baño deje abierta la llave del lavamanos para ocultar el sonido que hace al vomitar.

Temas recurrentes. En su conversación hay constantes referencias a sentirse con "varios kilos de más" sin que esto sea verdad, así como evidentes muestras de baja autoestima al afirmar que su vida no merece ningún esfuerzo. Es común que se subestime y utilice frases como "soy gorda (o)" o "soy estúpida (o)", y que siempre busque la aceptación de los demás.

Marcas en las manos. Los nudillos de los dedos suelen presentar callosidades o llagas debido a que sufren lesiones al ser introducidos en la boca con el fin de provocarse el vómito.

Molestias y enfermedades de la garganta. El vómito provocado suele someter a esófago, garganta y boca a la acción de ácidos estomacales, con lo que se debilitan las barreras de protección naturales de la piel que las recubre (mucosas), generando molestias, ardor y mayor propensión a sufrir infecciones.

Aumento de enfermedades bucales. Caries dental e inflamación de las encías (gingivitis) son también frecuentes debido a la erosión generada por la excesiva exposición a los jugos gástricos.

Deshidratación y desmineralización. Uso de diuréticos y restricción de alimentos generan pérdida notable de agua y de minerales, lo que puede manifestarse primero como cansancio y, seguidamente, como alteraciones ocasionales en el ritmo cardiaco (arritmias).

Amenorrea. Desnutrición, esfuerzos excesivos y ansiedad alteran en la mujer el funcionamiento de la glándula hipotálamo, de modo que ésta es incapaz de segregar hormona liberadora de gonadotropina (GnRH). La consecuencia es una alteración en el ciclo de ovulación y, por ende, ausencia de menstruación.

Para concluir al respecto, cabe señalar que aunque las personas con este trastorno expresan su preocupación por ser obesas, sólo unas pocas lo son en realidad, ya que su peso tiende a fluctuar en torno a rangos normales. Asimismo, el desarrollo del padecimiento puede ser constante o intermitente, pero en cualquier caso suele durar muchos años si no se emprenden medidas correctivas.

Complicaciones

El trastorno alimentario antes mencionado es muy peligroso debido a que genera numerosos problemas médicos de difícil tratamiento, a veces irreversibles, y con el paso del tiempo pueden disminuir la calidad de vida e incluso ser fatales. Veamos algunos de los más frecuentes.

Enfermedades del esófago. Este conducto transporta el bolo alimenticio desde la boca hasta el estómago e impide que el contenido de este último regrese gracias a la acción de un anillo de músculos que cierra su entrada, el esfínter esofágico inferior.

La autoprovocación del vómito expone al esófago a la potente acción de los ácidos generados en el estómago para digerir los alimentos, por lo que primeramente se experimenta sensación de quemazón o agruras que poco a poco se convierte en intenso dolor en el pecho. Si el problema avanza puede surgir una úlcera (herida o perforación) e incluso hay mayor propensión a desarrollar un tumor canceroso. También es común que estos problemas se amplifiquen debido a que el esfínter esofágico inferior sufre deterioro y se vuelve incapaz de evitar que la comida parcialmente digerida regrese.

Enfermedades respiratorias. No todo el contenido del estómago sale por la boca al estimular el vómito, sino que hay una parte que permanece en boca o garganta y que vuelve a descender; empero, esto no significa que todos estos ácidos regresen al tracto digestivo, sino que una parte puede dañar a las cuerdas vocales, generando faringitis, laringitis y ronquera.

Otra parte de los ácidos gástricos se desliza hacia los pulmones, ocasionando heridas que a largo plazo generarán bronquitis (inflamación de las estructuras internas de los pulmones, que pueden infectarse), fibrosis pulmonar (cicatrización de las bolsas de aire que integran estos órganos) o empeoramiento de asma (inflamación de los conductos que conducen el aire debido a reacción alérgica a elementos irritantes como polen, humo, polvo o pelo de animales).

Gastritis y úlcera péptica. La inflamación y perforación de la pared estomacal se debe a alteraciones en los ciclos de alimentación y a exceso de jugos gástricos que no son empleados por falta de alimento. Aunque menos frecuentes, tales problemas suelen presentarse durante los periodos de ayuno y al someterse a dietas rigurosas.

Gastroparesis. Es un desorden en el que el estómago se toma mucho tiempo en vaciar su contenido; ocurre cuando los nervios de esta parte del sistema digestivo están dañados o han dejado de trabajar. Puede tener complicaciones severas debido a que el tránsito demasiado lento de la comida favorece la sobrepoblación de bacterias que generan infecciones, o bien, el alimento puede solidificarse y bloquear el paso hacia el intestino delgado. Nuevamente, el culpable de este problema es el desorden generado por el vómito autoinducido.

Mala absorción intestinal. Digestión interrumpida por vómito, ayunos y dietas rigurosas, así como el uso de laxantes, típicos en la bulimia nerviosa, son responsables de absorción incompleta de la comida en el tracto digestivo. Esta condición puede causar malnutrición, pérdida de peso, debilidad y anemia por falta de hierro, mineral que interviene en la producción de glóbulos rojos en la sangre.

Deshidratación. Es la carencia de agua necesaria para que el organismo cumpla con sus funciones normales a un nivel óptimo. Se manifiesta con síntomas como ojos hundidos, lengua y mucosas de la boca secas o pegajosas, pérdida de apetito, falta de elasticidad y brillo en piel, presión arterial baja, debilidad, poca excreción de orina (la cual tiene color amarillo oscuro) y taquicardias (fallas en el ritmo cardiaco).

Cardiopatía. Es la causa más común de muerte en personas con bulimia severa, y en gran medida es consecuencia de la pérdida de agua y sales minerales por mala absorción intestinal y uso desmedido de laxantes y diuréticos. Concretamente, bajos niveles de potasio y calcio, aunados a deshidratación, impiden al organismo mantener en buen estado las corrientes eléctricas responsables de que el corazón lata regularmente, de modo que éste padece arritmias y ritmo lento (bradicardia). Los músculos de este órgano pueden sufrir falta de oxígeno y nutrientes, y los niveles de colesterol elevarse.

Anormalidades reproductivas y sexuales. Pérdida masiva de agua, minerales y otros nutrientes se vinculan con trastornos de las glándulas tiroides e hipotálamo, lo que se traduce en disminución del apetito sexual. En mujeres es común la baja en la producción de estrógenos, por lo que además de flujo menstrual irregular o ausente puede presentarse a largo plazo infertilidad (incapacidad para tener hijos).

Pérdida de masa ósea. La falta de estrógenos impide la retención de minerales necesarios para la formación del esqueleto, por lo que se generan huesos porosos y frágiles (osteoporosis) sujetos a fracturas. Entre más tiempo persiste la enfermedad, mayor es la probabilidad de que la pérdida de hueso sea permanente.

Daño cerebral. Algunas investigaciones en pacientes con bulimia han revelado altas concentraciones de cortisol, hormona que se genera como respuesta corporal a presión excesiva y estrés. Cuando la presencia de esta sustancia se prolonga por mucho tiempo es posible que se reduzca el tamaño del cerebro y que por ello se inicien episodios de pérdida de memoria y falta de concentración.

Diagnóstico y tratamiento

La familia y el médico (psicólogo, psiquiatra o nutriólogo) sospechan de bulimia nerviosa cuando una persona está demasiado preocupada por el aumento de su peso, presenta gran fluctuación en su talla y especialmente si existen signos evidentes de la utilización excesiva de laxantes y diuréticos. Otras pistas han sido ya mencionadas: erosión del esmalte dental, irritación en garganta, cicatrices en los nudillos de las manos y, al someter su sangre a estudio, bajos valores de minerales, concretamente potasio.

Sin embargo, el elemento más valioso para efectuar el diagnóstico consiste en que la o el paciente admitan que su conducta alimenticia se caracteriza por ingestión excesiva de alimentos y prácticas dañinas que buscan prevenir el aumento de peso. Cuando se establece la presencia de dos episodios de atiborramiento con comida a la semana o más, durante por lo menos tres meses, es inevitable afirmar que una persona sufre bulimia nerviosa.

El tratamiento se divide en dos vertientes: psicoterapia (individual, de grupo o familiar) y orientación nutricional. Las medidas emprendidas dependerán del estado físico de la o el paciente, de modo que, por ejemplo, en casos extremos se requerirá de hospitalización para reestablecer el estado de salud general; es común que se administren multivitamínicos y minerales, en especial zinc, calcio y fosfatos para proteger órganos vitales y que su vida no esté en peligro. También se puede recurrir al uso de fármacos antidepresivos, recetados por un psiquiatra, para dar tranquilidad emocional.

En casos leves (o severos, pero ya estabilizados), el tratamiento se centrará en romper el ciclo de ingestión excesiva de alimento y provocación del vómito gracias a la enseñanza de técnicas de modificación de la conducta y un plan nutricional basado en el peso del paciente y sus hábitos alimenticios; ocasionalmente se pueden incluir complementos y multivitamínicos. En todo paciente es esencial que el apoyo psicológico, psiquiátrico y/o médico que se brinde sea a largo plazo.

Hay una serie de aspectos que garantizan que la terapia de atención a la bulimia nerviosa llegue a buen fin:

  • Participación activa y de buena voluntad de la o el paciente en el tratamiento.
  • Disciplina en el seguimiento de dietas establecidas por el nutriólogo.
  • Mantener un control del peso corporal con base en los objetivos proyectados por el especialista en salud.
  • Llevar a cabo vida social normal en los distintos escenarios donde ésta se lleve a cabo (casa, escuela, trabajo, centro deportivo y de diversión).
  • Acudir con regularidad a consultas psicológicas individuales, grupales o familiares.
  • Fortalecer la personalidad y emprender medidas eficaces para hacer frente a los obstáculos cotidianos.
  • Confiar en el entorno familiar.
  • Tener seguridad en el profesional de la salud, ser honesto con él o ella y no retener información.

Finalmente, es muy importante que el paciente busque la ayuda del personal responsable de su seguimiento médico o psiquiátrico cuando aparezcan señales de recaída, tales como aumento o disminución de peso de 2.250 kilogramos o más fuera del intervalo proyectado, deseo de incurrir en cualquier comportamiento adictivo (uso de drogas o alcohol), reducción del apetito o de la capacidad para comer, sentir mucho sueño o padecer insomnio, y volver a presentar los síntomas propios de la builimia, como atiborrarse de comida y recurrir al vómito y uso de laxantes o diuréticos.

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